LOS CHOQUEHUANCA
GENEALOGÍA
Los Choquehuanca y su linaje imperial
Por: Ronald Elward *
Domingo 24 de Enero del 2010
La histórica casona de los Choquehuanca todavía está en la ciudad de Lampa, en Puno. Ahí conocí a doña Eugenia, de 90 años, la única hija viva del líder indigenista Francisco Chukiwanka, y descendiente directa del Inca Huayna Cápac.
Doña Eugenia, cuyas credenciales familiares son de un incuestionable y rancio abolengo indígena, es una mujer muy vital y de pequeña estatura. Nunca se casó y vive rodeada de fotos y memorias. “Mi padre luchaba por los derechos de los indios y hasta cambió la manera como se escribe nuestro apellido”, dijo.
Al hablar con ella, en medio de la pobreza en que vive, no es difícil percibir la dignidad de su estirpe; puedo imaginar las grandes fiestas que sus ancestros daban en su hacienda principal, Picotani, cerca de Azángaro, donde a decir de doña Eugenia, “se bebían los mejores licores traídos de Francia”.
Los reyes de Azángaro
Los Choquehuanca, Chuquihuanca o Chukiwanka descienden de Cristóbal Paullu Topa Inca, hijo de Huayna Cápac, quien además fue el miembro de la familia imperial más fiel a los españoles durante la conquista.
Se establecieron en los departamentos de Arequipa y Puno, y durante la Colonia pasaron a convertirse en poderosos caciques de Azángaro y la familia más rica en esta provincia. Como caciques, estaban exentos del pago de impuestos y se encargaban de recaudar el tributo de sus indios para las autoridades coloniales.
La familia tiene una larga lista de personajes que en algún momento u otro de la historia del país han tenido un papel destacado, sea a nivel regional o nacional. Diego Choquehuanca Huaco Túpac Inca (Azángaro 1705-1792), por ejemplo, fue cacique principal y gobernador de Azángaro.
Se sabe que llegó a tener 11 haciendas, un palacio en Azángaro, 100 mil cabezas de ganado ovino, 20 mil vacas, 10 mil alpacas y llamas. No es de extrañar que en esa época Diego fuera el hombre más poderoso de la región y quizás de todo el departamento.
Pero eran tiempos turbulentos. Su hijo mayor, Blas, había muerto en 1781 defendiendo la causa realista a manos de los rebeldes de Túpac Amaru. El hijo de este, Manuel Joseph, fue el último cacique de Azángaro, hasta el 4 de julio de 1825, cuando Bolívar decreta la cesación del cargo.
Nace un patriota
Un nieto de don Diego, por vía ilegítima, fue José Domingo Choquehuanca (San Cristóbal, Cusco, 1789-1858). Según señala el historiador puneño Augusto Ramos Zambrano, José Domingo es un personaje clave porque marca un derrotero opuesto al que hasta entonces había mantenido su estirpe.
“Mientras realiza sus estudios de abogacía en Chuquisaca, José Domingo se convierte en un destacado patriota y decide luchar por el ideal libertario y emancipador”, señala Augusto Ramos Zambrano.
Él presidió la comisión de vecinos de Azángaro que recibió a Bolívar a su paso por Pucará, donde proclamó su famosa arenga. José Domingo fue alcalde de Azángaro en 1817, diputado en 1825, senador en 1832 y 1833 y prefecto de Puno en 1835.
De otro lado, el historiador Nils Jacobsen escribe en su libro, “Mirages of Transition, The Peruvian Altiplano 1780-1930”, que con la pérdida del cacicazgo al inicio de la República (en 1825) toda la estructura social y política que quedaba de los incas perdió autoridad.
Esta pérdida de poder dio inicio a una larga serie de litigios entre ellos durante el siglo XIX, tanto así que la familia tiene el récord de juicios en Puno. Llegado el siglo XX lo habían perdido todo. Tierras, haciendas, posición social.
Renace la fuerza
Francisco Chukiwanka Ayulo (Pucará, 1877-Lampa, 1957) fue, según Ramos Zambrano, el sucesor ideológico de José Domingo. Descendiente de otra rama de la familia, es sobrino tataranieto de José Domingo y padre de doña Eugenia. Desde joven fue defensor del indio, dirigió el movimiento pro indígena en Puno y cambió su apellido por una versión más indígena.
Su hija Eugenia cuenta que su padre “era un hombre desprendido, noble y generoso que fundó la primera escuela particular para los indios cerca de Lampa”. Pero por otro lado, no era amigo de la iglesia católica y fue excomulgado.
A principios del siglo XX, Francisco compró una casona en Lampa donde nacieron sus hijos, entre ellos Eugenia. En esta misma casa nació Luis Enrique Chukiwanka Núñez, sobrino de doña Eugenia. Este arquitecto de 56 años vive en Arequipa, y es claro cuando dice “es muy importante conocer nuestros orígenes, porque es algo que nos da fundamento”.
Estirpe y abolengo
La familia Choquehuanca es una de las pocas en el Perú que conoce de manera precisa su vinculación con los emperadores Inca. Qué duda cabe: la historia de esta familia es también una historia del país.
Un aspecto clave en su evolución a lo largo de 500 años de existencia ha sido su capacidad de adaptación ante los cambios. Primero, como miembros de la familia imperial, fueron activos en la organización de la casa real y tenían gran experiencia en el manejo del poder a través de vínculos con pueblos conquistados, como los aimaras.
Después, durante la dominación española, sobrevivieron como nobleza local que apoyaba al invasor, y se convirtieron en ricos y poderosos caciques coloniales. Con la Independencia todo cambia de nuevo. Esta vez, la pérdida de su posición fue definitiva y completa.
Desde entonces, los Choquehuanca no han dejado de reinventarse. Lo que queda ahora es ver quién de las generaciones actuales tomará la posta de esta, una de las grandes familias peruanas.
En Arequipa
Un tercer Choquehuanca, José Domingo Choquehuanca Borda (Puno, 1934 — Arequipa, 2009), cuya filiación con la familia no está clara, siempre asumió que era uno más de los miembros, afirman hoy sus hijas Lucía y Ana María en Arequipa. Este Choquehuanca también fue un líder y un luchador social que buscó mejorar la situación de los más pobres y por ello fundó la AUPA, la organización de pueblos jóvenes de Arequipa, para conseguir luz y agua, y construir desagüe y pistas, en lo que hoy es el distrito de Selva Alegre. Sus hijas continúan su trabajo social.
Editor Holandés y experto genealogista
El Comercio
Los Choquehuanca y su linaje imperial
Por: Ronald Elward *
Domingo 24 de Enero del 2010
La histórica casona de los Choquehuanca todavía está en la ciudad de Lampa, en Puno. Ahí conocí a doña Eugenia, de 90 años, la única hija viva del líder indigenista Francisco Chukiwanka, y descendiente directa del Inca Huayna Cápac.
Doña Eugenia, cuyas credenciales familiares son de un incuestionable y rancio abolengo indígena, es una mujer muy vital y de pequeña estatura. Nunca se casó y vive rodeada de fotos y memorias. “Mi padre luchaba por los derechos de los indios y hasta cambió la manera como se escribe nuestro apellido”, dijo.
Al hablar con ella, en medio de la pobreza en que vive, no es difícil percibir la dignidad de su estirpe; puedo imaginar las grandes fiestas que sus ancestros daban en su hacienda principal, Picotani, cerca de Azángaro, donde a decir de doña Eugenia, “se bebían los mejores licores traídos de Francia”.
Los reyes de Azángaro
Los Choquehuanca, Chuquihuanca o Chukiwanka descienden de Cristóbal Paullu Topa Inca, hijo de Huayna Cápac, quien además fue el miembro de la familia imperial más fiel a los españoles durante la conquista.
Se establecieron en los departamentos de Arequipa y Puno, y durante la Colonia pasaron a convertirse en poderosos caciques de Azángaro y la familia más rica en esta provincia. Como caciques, estaban exentos del pago de impuestos y se encargaban de recaudar el tributo de sus indios para las autoridades coloniales.
La familia tiene una larga lista de personajes que en algún momento u otro de la historia del país han tenido un papel destacado, sea a nivel regional o nacional. Diego Choquehuanca Huaco Túpac Inca (Azángaro 1705-1792), por ejemplo, fue cacique principal y gobernador de Azángaro.
Se sabe que llegó a tener 11 haciendas, un palacio en Azángaro, 100 mil cabezas de ganado ovino, 20 mil vacas, 10 mil alpacas y llamas. No es de extrañar que en esa época Diego fuera el hombre más poderoso de la región y quizás de todo el departamento.
Pero eran tiempos turbulentos. Su hijo mayor, Blas, había muerto en 1781 defendiendo la causa realista a manos de los rebeldes de Túpac Amaru. El hijo de este, Manuel Joseph, fue el último cacique de Azángaro, hasta el 4 de julio de 1825, cuando Bolívar decreta la cesación del cargo.
Nace un patriota
Un nieto de don Diego, por vía ilegítima, fue José Domingo Choquehuanca (San Cristóbal, Cusco, 1789-1858). Según señala el historiador puneño Augusto Ramos Zambrano, José Domingo es un personaje clave porque marca un derrotero opuesto al que hasta entonces había mantenido su estirpe.
“Mientras realiza sus estudios de abogacía en Chuquisaca, José Domingo se convierte en un destacado patriota y decide luchar por el ideal libertario y emancipador”, señala Augusto Ramos Zambrano.
Él presidió la comisión de vecinos de Azángaro que recibió a Bolívar a su paso por Pucará, donde proclamó su famosa arenga. José Domingo fue alcalde de Azángaro en 1817, diputado en 1825, senador en 1832 y 1833 y prefecto de Puno en 1835.
De otro lado, el historiador Nils Jacobsen escribe en su libro, “Mirages of Transition, The Peruvian Altiplano 1780-1930”, que con la pérdida del cacicazgo al inicio de la República (en 1825) toda la estructura social y política que quedaba de los incas perdió autoridad.
Esta pérdida de poder dio inicio a una larga serie de litigios entre ellos durante el siglo XIX, tanto así que la familia tiene el récord de juicios en Puno. Llegado el siglo XX lo habían perdido todo. Tierras, haciendas, posición social.
Renace la fuerza
Francisco Chukiwanka Ayulo (Pucará, 1877-Lampa, 1957) fue, según Ramos Zambrano, el sucesor ideológico de José Domingo. Descendiente de otra rama de la familia, es sobrino tataranieto de José Domingo y padre de doña Eugenia. Desde joven fue defensor del indio, dirigió el movimiento pro indígena en Puno y cambió su apellido por una versión más indígena.
Su hija Eugenia cuenta que su padre “era un hombre desprendido, noble y generoso que fundó la primera escuela particular para los indios cerca de Lampa”. Pero por otro lado, no era amigo de la iglesia católica y fue excomulgado.
A principios del siglo XX, Francisco compró una casona en Lampa donde nacieron sus hijos, entre ellos Eugenia. En esta misma casa nació Luis Enrique Chukiwanka Núñez, sobrino de doña Eugenia. Este arquitecto de 56 años vive en Arequipa, y es claro cuando dice “es muy importante conocer nuestros orígenes, porque es algo que nos da fundamento”.
Estirpe y abolengo
La familia Choquehuanca es una de las pocas en el Perú que conoce de manera precisa su vinculación con los emperadores Inca. Qué duda cabe: la historia de esta familia es también una historia del país.
Un aspecto clave en su evolución a lo largo de 500 años de existencia ha sido su capacidad de adaptación ante los cambios. Primero, como miembros de la familia imperial, fueron activos en la organización de la casa real y tenían gran experiencia en el manejo del poder a través de vínculos con pueblos conquistados, como los aimaras.
Después, durante la dominación española, sobrevivieron como nobleza local que apoyaba al invasor, y se convirtieron en ricos y poderosos caciques coloniales. Con la Independencia todo cambia de nuevo. Esta vez, la pérdida de su posición fue definitiva y completa.
Desde entonces, los Choquehuanca no han dejado de reinventarse. Lo que queda ahora es ver quién de las generaciones actuales tomará la posta de esta, una de las grandes familias peruanas.
En Arequipa
Un tercer Choquehuanca, José Domingo Choquehuanca Borda (Puno, 1934 — Arequipa, 2009), cuya filiación con la familia no está clara, siempre asumió que era uno más de los miembros, afirman hoy sus hijas Lucía y Ana María en Arequipa. Este Choquehuanca también fue un líder y un luchador social que buscó mejorar la situación de los más pobres y por ello fundó la AUPA, la organización de pueblos jóvenes de Arequipa, para conseguir luz y agua, y construir desagüe y pistas, en lo que hoy es el distrito de Selva Alegre. Sus hijas continúan su trabajo social.
Editor Holandés y experto genealogista
El Comercio
domingo, 16 de mayo de 2010
Reconocimiento de raíces indígenas: antes pecado, hoy un orgullo
Por: Ronald Elward.*
Corrían los años 30 cuando el padre del ex canciller Fernando de Trazegnies Granda (74) anunció, durante un almuerzo familiar, que don José de la Riva Agüero le había contado que su esposa era descendiente de Huayna Cápac. Se hizo un gran silencio. De Trazegnies-padre era belga y supuso que su comentario sería motivo de celebración, así que con entusiasmo repitió su hallazgo, y el silencio volvió a apoderarse de la mesa.
Tras el almuerzo, su suegra y matriarca de la familia, María Rosa Vásquez de Velasco de Granda, lo llamó aparte y le dijo: “usted no conoce las costumbres peruanas. Sabíamos muy bien de ese ancestro, pero hay pecados de familia de los que no se habla”.
Los cuatro descendientes
En esta nota, Fernando de Trazegnies Granda, Jorge Basadre Ayulo, Raúl Antonio Alvistur Trigo y Jorge Luis Vallejo Castello comentan sus raíces indígenas, las que fueron conociendo tras hurgar por sus apellidos europeos. Además de Huayna Cápac, nuestros protagonistas descienden de los caciques de Tacna, Pachacámac y Monsefú, respectivamente.
Del inca al siglo XXI
Fernando de Trazegnies Granda (74) cuenta que en Lima era un secreto a voces que los Vásquez de Velasco —antigua y aristocrática familia, y condes de la Laguna, a la que está vinculado por su abuela materna— tenían raíces indígenas. “José de la Riva Agüero y Raúl Porras Barrenechea hablaban sobre esto con mi padre”, señala. Se cree que su vinculación indígena se origina con Inés Huaylas, hija de Huayna Cápac y primera concubina de Francisco Pizarro. Después de darle dos hijos, este la casó en 1538 con Francisco de Ampuero, con quien tuvo tres hijos más. Uno de ellos, Martín de Ampuero y Yupanqui tuvo numerosa descendencia y de uno de ellos desciende De Trazegnies Granda.
Un artículo publicado por él, “La nobleza incaica en el derecho indiano”, ayuda a entender cómo recién con la independencia, las clases indígenas perdieron todo poder e influencia.
República excluyente
La corona española había reconocido las bases tradicionales de la nobleza inca, incorporándola al derecho español. Así, subsistió hasta 1823 cuando el Congreso republicano declaró la abolición de todos los títulos, fueran estos de origen español o indio. Según de Trazegnies, las familias españolas mantuvieron su posición pero las indígenas lo perdieron todo “porque, especialmente en zonas rurales, los caciques no tenían mucha educación, solamente su cargo y sin eso no tenían ninguna influencia política”.
Reafirmación de peruanidad
Para el ex canciller “descender de Huayna Cápac es un recuerdo personal. Uno no puede explotar su pasado pero me hace sentir más peruano, especialmente con un padre belga. Mi madre tenía la parte española y la indígena, es una reafirmación de peruanidad. El Perú no es solamente los españoles o los incas; es la mezcla. Necesitamos reevaluar la cultura indígena porque es parte de nosotros”.
Tengo el orgullo
El abogado Jorge Basadre Ayulo (70), hijo del historiador Jorge Basadre Grohmann (1903-1980), comenta que su padre investigó la historia de la hacienda Para, en Tacna, propiedad de la familia Forero (hasta la reforma agraria).
El historiador sabía que su abuelo, Carlos Basadre Izarnótegui se había casado en Tacna, en 1855, con María de la Concepción Forero y Ara, hija de Manuela Ara y Robles. Descubrió que Manuela era la hija de José Toribio Ara y Cáceres, último cacique de Tacna y prócer de la independencia. Los Ara, de origen aimara, descendían en línea directa de Apo Cari, conocido como Cariapasa, un general de Huayna Cápac y gobernador de los Lupaca (uno de los tres reinos aimara).
De Apo Cari descienden no solamente los Ara, caciques de Tacna sino también los Cari, caciques de Chucuito. “Estoy orgulloso de tener sangre indígena porque conocer nuestras raíces es importante para nuestra identidad”, comenta Basadre Ayulo y explica que para los tacneños durante la ocupación chilena fue clave: “Chile no tenía una nobleza indígena. Nosotros, sí”.
Señores del oráculo
Raúl Antonio Alvistur Trigo (63) es un ingeniero apasionado por la genealogía. En los años 70 un tío le pidió ayuda para verificar su vinculación con el héroe de la Batalla de Miraflores, Enrique Leonardo Barrón Bravo (1836-1881), pues le permitiría ser miembro de la Benemérita Sociedad Fundadores de la Independencia, Vencedores del 2 de Mayo y Defensores Calificados de la Patria.
Alvistur confirmó el dato para su tío y además encontró que la madre del héroe, Petronila Bravo Jayo, hija de Juliana Jayo Sabá Garrido, descendía de un Julián Jayo Apumayta Taurichumbi Sabá Mango Capatinga. Ahí quedó el asunto hasta principios de este año, cuando Alvistur recibió información que probaba que Julián Jayo, artista de la Colonia y autor de los murales del primer claustro del convento de La Merced, era nada menos que nieto de Francisco Taurichumbi Sabá (1663-1733), cacique principal y gobernador de Pachacámac y Lurín.
Pachacámac fue el oráculo más importante del Imperio Inca, y el mayor de la región durante cerca de 1.000 años y su gobernador gozaba de un poder considerable. Alvistur confiesa que cuando originalmente dio con el nombre de este ancestro no pensó que tuviera relevancia ni esperaba encontrar más información. Hoy dice que “es un honor ser descendiente de estos caciques”, aunque señala que de no tener este linaje también estaría muy orgulloso. “Para muchos peruanos tener raíces indígenas es una vergüenza. La gente se interesa por sus apellidos españoles. En mi caso, a veces hasta me parece que ellos me buscan, que mis ancestros quieren ser conocidos”.
Orígenes y cultura
Jorge Luis Vallejo Castello (24) acaba de terminar sus estudios de Ciencias Políticas en la Universidad Católica. En el 2006, y casi de casualidad, empezó a investigar el origen de su familia basándose en unas historias familiares que contaban que su bisabuelo había sido persona importante en Monsefú. Averiguó que su bisabuelo era José de los Santos Flores y Llontop, nieto de Juan Gabriel Llontop y Efio y bisnieto de Apolinario Antonio Llontop Fayso Farrochumbi (1742-1806), cacique principal y gobernador de Monsefú, Chepén y Tecapa, y segunda persona de Lambayeque.
“Con estos datos pude vincular a mi familia con los caciques de Monsefú, estudiados en detalle por el historiador Jorge Zevallos Quiñones y verifiqué sus datos en el archivo parroquial de Monsefú”. Su ancestro en línea directa fue el gobernador inca de esta zona: Cuncu Chumbi, de origen chimú.
Alianzas de familia
A lo largo de los siglos, los caciques de Monsefú establecieron una serie de alianzas políticas y sociales y contrajeron matrimonio con familias de importancia en la zona. Así descienden de los Fayso Farrochumbi, caciques de Ferreñafe y Lambayeque, quienes además dicen descender de la dinastía chimú de Lambayeque, fundada cerca a 1350 por el primer gobernador chimú, Pongmassa.
Vallejo Castello dice que para él es importante conocer sus raíces, “saber de dónde vienes, para saber a dónde vas. Es importante retribuir a la sociedad, rescatar la cultura y el conocimiento. Hoy se está revalorizando la cultura Moche, Lambayeque y Chimú. Veinte años atrás, las huacas eran basureros, eran vistas como algo que no servía. Ahora ya no. Ahora la gente se identifica más con su pasado y cuando sabes más de tus ancestros, más te conviertes en parte de eso”.
Una inca con Obama
En enero del 2009, Cecilia Muñoz fue nombrada por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, directora de Asuntos Intergubernamentales de la Casa Blanca. Esto la convirtió en una de sus más cercanas colaboradoras.
Previamente a su designación, Cecilia Muñoz desarrolló una importante carrera como abogada y defensora de los derechos de los latinos, a la cabeza de la principal organización latina de ese país, el Consejo Nacional de la Raza.
Muñoz, ciudadana estadounidense, nació en Detroit en 1962, hija del boliviano Eduardo Muñoz Perou, un ingeniero automotor cuya madre, Blanca Perou Schmidt, era hija de Eduardo Perou Cusicanqui, de la familia Cusicanqui, caciques de Calacoto en Bolivia y descendiente directo de Felipe Túpac Yupanqui, hijo o nieto del emperador Túpac Yupanqui.
Felipe Túpac Yupanqui era cacique de Pacajes con la fortaleza de Caquingoro como capital, hoy una provincia en el sur del departamento de La Paz, Bolivia. Probablemente, la madre de Felipe fue una mujer de esta zona e hija de un curaca local.
En una real cédula de 1545 Carlos V les dio un escudo de armas. Alrededor de 1570, la familia abandonó Caquingoro y se mudó a la reducción de los indios en Calacoto, por la política del virrey Toledo. Descendientes notables son aparte de Cecilia Muñoz, el ex presidente boliviano Hernán Siles Zuazo y Esther Ashton Perou, embajadora de Bolivia en La Haya.
Editor, investigador y genealogista holandés.*
Tags : Raíces indígenas, Genealogía,
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